25 May La planta de mi patio trasero – Relato de Agustín Duarte. Amor propio y autovaloración
Acabo de descubrir una planta con sus hojas amarillas, verdes y anaranjadas en mi patio de atrás.
Años viviendo aquí y jamás había notado esta belleza.
Ahora entiendo al principito cuando decía que “lo esencial es invisible a los ojos”.
Y sucede muchas veces en nuestra vida no? y con nosotros mismos.
Dones ocultos, diamantes en bruto, maravillas en nosotros mismos que jamás vimos. Y menos apreciamos. Y menos valoramos.
Maravillas tapadas por tierra que trajeron los vientos de la incertidumbre y que compactaron las tormentas de la adversidad, tapadas por matorrales que crecieron en tierras
donde el amor propio no fue cultivado, tapadas por los escombros de fracasos estrepitosos.
Recuerdo una de las primeras citas con mi novia. Me dijo que le encantaban mis uñas y, maravillada, apreciaba lo prolijas y perfectas que eran.
Me quedé sorprendido. Jamás le había prestado atención a mis uñas. Siempre fueron una extensión de mi mano. Algo más, presente en mi cuerpo y yá.
Pero claro, en su familia todos tenían la manía de morderlas, de “comerse las uñas”. Entonces las debilitaba y luchaban contra eso. Mis uñas le resultaban una maravilla.
“No podemos amar lo que no conocemos. Y no podemos defender o cuidar lo que no amamos.”
Conocernos y respetarnos. Respetarnos del latin “volver a mirarnos”. Re – Specere. Mirarnos con otros ojos. Descubrir zonas inexploradas de nosotros mismos que nos permitan apreciar aquellas sombras detrás del armario. A veces le tenemos tanto tanto miedo a nuestras sombras, que olvidamos que tenemos el poder de iluminarlas. Y que al iluminarlas se debilitan… desaparecen.
Te invito a observar, a contemplar, a tomarte un tiempo para “volver a espectar” lo cotidiano, lo que está ahí… con nuevos ojos.
Te invito a visitar tu patio trasero, ese al que no te animás a ir… o no te dás el tiempo… o no te permitís… o tenés olvidado y descuidado.
Te invito a visitarlo… y quién sabe, quizás con esos ojos de explorador descubras, en pleno otoño, en plena decadencia, entre escombros, tierra y maleza, una maravillosa planta de hojas verdes, amarillas y anaranjadas.